Unas MANOS EXTENDIDAS.-

Señor, tu nos convocas. Tu nos trazas los rasgos de tu Reino; nos encomiendas tu misión; nos alientas a hacer posible en nuestro mundo tu Evangelio. Tu reto es vivir con fuerza la esperanza; tu exigencia: cargar con nuestra cruz de cada día; abrirnos al Padrey sentir al hombre hermano y compañero. Aquí están Señor,nuestras manos dispuestas, extendidas; sabemos que es dura la labor, pero queremos ayudar a resolver la miseria, el desgarro, la soledad de muchos, toda esa cara sucia que oculta nuestro perfumado mundo. Señor, es necesario que nos salpique la suciedad; que se nos pegue un poco el mal olor. Haz que nuestro corazón no se nos instale en la comodidad. Tu te manchaste al hacer el barro para curar al ciego; y te hiciste sospechoso al tocar al impuroe imprudente al decir en sábadoque cargara con su catre aquél hombre curado.Tocaste la miseria y te impregnaste. Ya no pudiste liberarte de los pobres; eran como un imán que te atraían. Y al curarlos, no sólo nos descubresque hay que acabar con el dolor de tantos... También tu gesto nos habla del rechazoal que aquella sociedad los condenaba. Y esto es Señor, también lo que queremos: no sólo tocar las llagas,sino descubrir en ellas aquellos interesesque las encubren y al taparlas se enquistano se pudren. Danos, Señor, desde tu experiencia,poder ser lúcidos y críticos para poder soñarcaminos nuevos a trazar, y dejar tan sólo a nuestro pasoun mundo un poco más humano.

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